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Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

Silencio

La casa está en silencio. Estamos los cuatro, y siendo mediodía nos movemos sigilosos por la casa, cada cual en lo suyo, cruzando apenas unas pocas palabras.
Estar en silencio no es tan definitivo como estar solo; pero a veces se siente más pesado. Totalmente ajenos al otro, casa uno se dedica a lo que más le place. Eugenia duerme.
A mí por lo general me agrada, porque es como estar solo, con la frágil posibilidad de romperlo todo de un instante a otro, como un juego. No tenemos nada para decirnos, y el sonido de mi casa al respirar es bellísimo.
Benedetti tiene una voz magnífica para leerme cuentos, pero es muy bajita, así que mejor el silencio.
A mi familia le contaré más tarde un poco de lo que él me susurró, pero eso será cuando almorcemos, donde todo este aletargamiento hace una pausa, de pronto somos charlatanes y vigorosos.
Y luego, la siesta. Casi nadie duerme, pero todos volvemos al silencio. Claro que así, uno se escucha perfectamente, y si justo tengo una pena, ella me canta a gritos mi soledad. Ahora, aprendí a disfrutar escucharme. Eugenia duerme, claro, tiene con qué soñar. Tiene todavía vivo en la retinas todo lo que juntó la noche anterior. Tacos altos, maquillaje, risas y alcohol.
Yo en cambio, prefiero que otros me cuenten sus sueños, así nutro los míos. Benedetti los tiene sencillos y delicados. Pequeños detalles de la vida tan trascendentales que si no te los cuentan, no los notas. Como el silencio que nos une. El silencio de mi papá trabajando en el taller, el de Alejandra plantando en el jardín, el de Eugenia reviviendo su noche, y el mío escuchando vidas.



Para Sabrina, que quizás ahora su silencio la agobie, pero será él quien la rescate. Gracias por lo que me dijiste en mi fiesta de egresados.

1 comentario:

  1. Ya no se puede ni dormir en paz que aparece un cuento en internet, che. Igual como siempre, me encantó.

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