.

.
Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

El hotelito de la rue Blomet - Benedetti (parte II)

Ella recuperó su sonrisa tristona.
También Laura es algo muy concreto. Y te gusta. Vos sabés que no es un reproche. También Oscar es algo igualmente concreto. Y me gusta. Son datos objetivos ¿no?
Sí, claro.
¿Laura sabe que nos íbamos a ver en París?
No me atreví. Y te juro que no fue por falta de sinceridad. Pero se está reponiendo muy de a poco. Lo de Chile fue para ella una segunda catástrofe.
¿Para quién no?
¿Y Oscar sabe?
Oscar sí.
¿Cómo lo tomó?
Bien. Es decir, todo lo bien que se puede tomar una cosa así. Sabía que no podía sentirse seguro de mi relación con él hasta que yo no volviera a verte.
¿Y vos?
Quizá me pase lo mismo.
Todos estamos inseguros ¿no? Yo también. Tengo una buena relación con Laura. Pero también la tuve contigo. No sé. Si vos y yo hubiéramos roto por algún conflicto personal, por alguna gresca de pareja, sería distinto. Pero vos y yo éramos una linda pareja ¿no?
Éramos sí.
Vení.
Ambos fueron sin tocarse hasta la cama. Cada uno se desvistió por su cuenta y dándose la espalda.
¿Ya estás?
Ya estoy. Vení.
Lentamente se dieron vuelta, como si fueran esclavos de una coreografía simétrica. También como si estuvieran repitiendo un ritual antiguo. Quedaron frente a frente, desnudos. Él la atrajo. Entonces ella se aflojó sin remedio. Abrazada al hombre, empezó a sollozar, sin poderse contener, sin tratar de contenerse. Él sentía cómo las lágrimas de ella le mojaban el pescuezo, los vellos del pecho. Una lágrima más gorda que las otras se deslizó hasta su ombligo y allí se detuvo. Él le acariciaba el cabello. A veces se lo echaba hacia atrás para besarle las orejas. Ella seguía llorando, no se sabía bien si feliz o desconsoladamente. Él bajó sus manos y acentuó su caricia. Casi insensiblemente se fueron reclinando sobre la cama. De pronto él sintió que las lágrimas que resbalaban por su cara también podían ser suyas. Estaba conmovido y deseoso. Las manos de ella empezaron a recuperar aquel cuerpo que era su vicio conocido, su complementario. Y de a poco los sollozos se fueron transformando en otra cosa.


Ambos están todavía acostados. Él fuma, ella come su chocolate. La mano libre del hombre se posa sobre el vientre de ella.
Cómo nos jodieron.
Sí.
Nos rompieron.
Sí.
Nos partieron en dos.
Sí.
¿Estás decidida?
Estoy.
Yo no sé, no sé.
¿Por qué?
No quisiera hacerle mal a Laura. Pero tampoco quiero joderme yo.
Estás jodido. Estoy jodida. Tenemos que entenderlo de una vez por todas. También están jodidos Oscar y Laura. Nunca nos tendrán del todo. Pero si vos y yo nos volviéramos a juntar, ellos no podrían vivir, porque son mucho más débiles que vos y yo. Y en esa situación, nosotros no la pasaríamos bien.¿Es así o te conozco mal?
Me conocés bien.
La mano de él descendió un corto tramo y se detuvo, tibia.
Va a ser difícil ¿no?
Sobre todo desde hoy. La mano de ella cubrió la mano de él.
Nos partieron en dos.
Más que eso -dijo ella-, nos partieron en pedacitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario