.

.
Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

Lamparilla verde (cuento)

Mi historia termino aquel día, en que a mi avanzada edad, recorría las aun jóvenes calles de Madrid. Aunque un poco falto de mi jovial lucidez, todavía me gustaba salir a caminar.
De pronto, noté en aquella casa -la de cortinas floreadas- luces y gritos. Casi sin darme cuenta, me ví tocando la puerta. Me abrieron unos muchachos que no pasaban la edad de los 20; me preguntaron que necesitaba, y me invitaron a pasar.
Los veía bailar, reír, cantar, divertirse. Tenían algunas fichas, que se disputaban mediante varios juegos, prendas y acertijos. La bebida iba y venía, flotando por encima de todos, atontando sus cabezas, despejándolas; a medida que pasaba el tiempo, se iba calentando pero no parecía importarles.
Aquello me recordó tanto a mi juventud, que comencé a sacar unas fotos que siempre llevaba conmigo. Un grupo de niños (perdón si ofendo a alguien, a mi edad no puedo llamarlos de otra forma) se acercaron a charlar conmigo. Vimos aquellas fotos, y les conté de mi pasado de actor, de mis ganas de salir a devorarme el mundo de esos días; no era muy distinto que tantos años después, en la juventud de estos muchachos.
Finalmente, entre mis ilusiones y mis sueños, entre mis ganas de bailar nuevamente, y revertir así mis canas, me preguntaron de dónde era, y dónde vivía. Les respondí que esas preguntar eran muy distintas entre sí: yo era de la calle, del mundo. Yo era de los escenarios gastados y las fiestas hasta el amanecer. En cambio, vivía en una pequeña casilla ahora, la de la lamparilla verde, donde nadie me visita, donde nadie me recuerda.
Aquello ultimo me recordó quien verdaderamente era: No era aquel galán por el que todas las muchachas morían; tampoco era el arlequín que daba vueltas sobre sogas; ni siquiera era el soñador de cantinas, que recorría los bares de por ahí... Era un anciano, de esos que nadie tiene en cuenta.
Pedí sinceras disculpas por la insolencia de encontrarme allí, tan fuera de lugar, y me fui con la cabeza gacha y algunas lágrimas. No eran los jóvenes quienes me echaban, hasta podría decir lo contrario; era mi pobre mente, y mi gastado corazón, los que me decían que sobraba.
Si pudiera pedirles algo a las juventudes que se acercan... Si llegaran a pasar por la pequeña casa, aquella de lamparilla verde, por favor, recuérdenme; Jovial y soñador.

2 comentarios:

  1. Monólogo, de Silvio Rodríguez. A Teté Vergara.
    :)

    Favor, no se molesten,
    que pronto me estoy yendo;
    no vine a perturbarles
    y menos a ofenderlos.
    Vi luz en las ventanas
    y oí voces cantando
    y, sin querer, ya estaba tocando.
    Yo también me alegraba
    entre amigos y cuerdas,
    con licores y damas,
    mas ¿de eso quien se acuerda?
    Una vez fui famoso,
    siempre andaba viajando:
    aquí traigo una foto,
    actuando.

    Me recordaron tiempos
    de sueños e ilusiones.
    Perdonen a este viejo,
    perdonen.

    Ya casi me olvidaba
    pero, para mañana,
    van a dar buen pescado,
    hoy nos llegaron papas
    y verduras en latas
    al puesto del mercado.
    En cuanto llegue y coma
    me voy para la zona,
    por lo de la basura.
    Como la noche avanza
    los dejo con la danza,
    el canto y la cultura.

    Disculpen la molestia,
    ya me llevo mi boca.
    A mi edad la cabeza
    a veces se trastoca.
    En la alegría de ustedes
    distinguí mis promesas
    y todo me parece
    que empieza.
    Favor, no se molesten,
    que casi me estoy yendo;
    no quise perturbarles
    y menos ofenderlos.
    Vi luz en las ventanas
    y oí voces cantando
    y, sin querer, ya estaba soñando.
    Vivo en la vieja casa
    de la bombilla verde.
    Si por allí pasaran,
    recuerden.

    ResponderEliminar
  2. Lo hice en base a esa canción, seas quien seas. Que bueno que te hayas dado cuenta, es muy muy linda, aunque mi cuento no le haga mérito

    ResponderEliminar