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Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

Paula

Ellos no lo recuerdan, pero de tu ventana colgaba un rosal rojo. No daba flores nunca, estaba viejo y seco,
pero de vez en cuando, nos esperanzábamos con la llegada de una rosa.
Al lado había otro, más chiquito creo, que murió y fue suplantado por un jazmín que no paraba de crecer. Vigoroso y fuerte, resistía las tormentas de hormigas, y las enfermedades.
Enfrente, durante un tiempo descansó sobre el pilar y entre las enredaderas, una planta de ajíes que me regalaron durante una excursión. Dio muchísimos frutos, que vos hacías en vinagre -mientras lo pienso se me llena la boca de sabor- y aunque recuerdo cuando se secó, y se convirtió en una larga rama clara, erguida sobre la flora naciente-, Siento una nostalgica alegría cuando la vuelvo a dibujar.
Los higos y nísperos nunca daban frutos, pero éstos antiguos árboles detrás de la cocina eran perfectos para treparse.
Atrás había un ciruelo amarillo, pero con mi hermana las degustábamos aún verdes, sin el calor de la estación correspondiente. También recuerdo el paraíso, que acabaron por derribarlo también. Tenía un balde colgado -suerte de maceta- y justo arriba se había posado un parásito de los árboles. Me contaste que daban flor sólo una vez, y luego morían sin más, así que esperamos ansiosas los agraciados petalos fucsias y violetas, que un día se abrieron para mí.
Todas las plantas vivían bajo tu tutela envejecida, en un equilibrio armónico. Te recuerdo

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