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Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

Anahí

-No me dejaban escribir, me perseguía la Federal, y muchas veces creí que no la contaba. Hasta que me pude venir y ¿Viste? Esto no es lo mismo; allá no podía escribir, acá ni siquiera pensar... ¿Vos que hacés en París? - Marcelo contaba su historia de espaldas, con la cara de frente a la ventaba húmeda de octubre, sin embargo, al preguntarle a Ana por su exilio la miró firmemente a los ojos. Ella bajó la vista.
-No creo que sea importante ya, fue hace años, y me fui olvidando...
-¿De Argentina? - y Marcelo volvió a fijar la mirada en los autos de la calle.
- De eso uno no se olvida nunca-sonrió entre dientes- Me olvidé de por qué me vine, o quizás no lo quiero recordar.
-¿Cuántos años tenías?
-¿Cuándo?
-Cuando empezó todo.
Ana se sorprendió de la pregunta; sin embargo no tardó en responder
-17- y miró la cara de Marcelo que intentaba ocultar lo que pensaba- A los 17 supe que era adoptada... O algo así.
-¿Algo así?- Marcelo conocía la respuesta, no quería escucharla quizás.
-Apropiada, mejor dicho. Un día, poco antes de cumplir 18, mi mamá no aguantó más y quebró mientras cocinábamos. No sé por qué ahí, en ese momento, en ese lugar. Días antes, creo, habían encontrado en el río el cuerpo de una joven embarazada, fue noticia nacional, el bebé no se salvó y capaz fue por eso, por pena.
-¿Lo imaginabas?- Marcelo salió de la ventana y se sentó bajo la lámpara, con ella. Pero antes de escuchar la respuesta todo en la casa se apagó- La puta, ¿Será general o nos olvidamos de pagar la luz? - Excusó, ya que nunca se cortaba la luz. A tientas manoteó un par de velas y las encendió acompañadas de un pucho.
Ana pensaba mientras prendía otro:
-Eso no te lo puedo contestar ahora que ya sé todo, no puedo volver a la ignorancia de ese momento.
-¿Y te viniste?

-Debería haberlo hecho. Busqué a mis viejos -Ana miraba las formas perdidas del humo de su cigarrillo.- Apenas cumplí 18 salí por respuestas, y mi papá se convirtió en mi perseguidor. Entendí que era mejor hacerlo a escondidas, pero los milicos son así, siempre saben todo. Un año los busqué. Los encontré en largas listas de desaparecidos. Muertos los encontré, y estallé.
Creo que él nunca se imaginó que diría todo lo que ese día dejé de callarme. Tenía 19 años, sería ¿Noviembre?, ¿Diciembre? Quería irme, quería saberlo todo, quería no haberlo sabido nunca.
El muy hijo de -apagó el cigarrillo con fuerza- quiso tranquilizarme, me dijo que cuando cumpliera 21 iba a saber todo, cuando fuera mayor.
Al año siguiente cumplí 21, y lo encaré de frente,  había perdido el miedo.
-¿Te dijo algo?- Marcelo convivía con Ana desde hacía un año y medio. Sus actitudes tan reservadas habían impedido mostrar esa faceta desconocida. Ella era tan particular, siempre tenía una sonrisa melancólica, con ganas de querer y sin ánimos de poder. Tan niña, vivían peleándose y reconciliándose de las formas más extravagantes. Esa noche, ambos terminaban de conocerse, de aprender a comprenderse. Por temor a la respuesta se levantó y la esperó de espaldas, preparando el mate.
-Absolutamente nada. Me dijo que lo estaba engañando, que habíamos hablado el año anterior y faltaba uno todavía. Mirá cuánto me conocía que ni sabía que cumplía 21.- Aceptó el mate y miró al hombre que se sentaba frente a ella. Las velas mostraban las imperfecciones de su barba, y el pelo oscuro revuelto. Él odiaba el mate, ella se reía de eso, argentino trucho.
-Le grité peor que el año anterior. La cosa se puso violenta y yo ganaba la partida... Qué ingenua, ellos nunca pierden. Me agarró con fuerza y comprendí en cada golpe todo lo que nunca me quiso decir.
A los dos días me estaba tomando un avión, con cuatro remeras en la valija y sin un mango. El resto ya lo conocés...- Se levantó y observó cómo el brillo de los faroles sobre la lluvia daba la sensación de miles de fueguitos cayendo sobre el pavimento. Apoyó la frente contra la ventana húmeda y agua helada le corrió por la cara. Fueguitos helados.
-Ana, ¿Cómo te llamás? -Marcelo intuyó una posibilidad.
Ella sonrió. Primero de espaldas y luego mirándolo respondió:
-Clara. Clara Anahí.

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