Cuando entré a la habitación, me encegueció una luz gris y brillante. Era como la de los días nublados: Aunque detrás esté el Sol, las nubes sólo muestran una resolana brillante y gris.
Justo enfrente había una mesa en la que me encontraba yo, sentada del otro lado, esperándome.
-Bueno, al menos hoy llegaste temprano-dijo Emilia mientras yo me sentaba delante suyo.
Creo que mi cara de resignación fue notoria, ya que ella volvió a repetir
-¿Qué querés que te diga? Siempre que alguien te pide que hagas algo, te cagás en eso y hacés lo que se te canta, ¿O no?
- No puedo escaparme de vos, y todas las reuniones que quieras hacer- le respondí fríamente mientras veía que su media sonrisa se borraba- ¿Por qué no me dejás en paz? ¿Por qué seguís jodiéndome?
-Recién ahora puedo hacerme notar; antes estabas en la escuela, y no tenías tiempo para escucharme.. En cambio ahora, parece que domino tu vida.
- ¿Qué tengo que hacer?¿Cómo tengo que actuar? ¿Qué tengo que decir?- Las palabras brotaban de mí, como vomitadas.
Mi mente no respondió absolutamente nada, me miró a los ojos y luego levemente hacia arriba. Pude notar entonces, que las preguntas flotaban colgadas del aire, muy bien armadas, alrededor de marañas de palabras... ¿Estarían allí las respuestas?
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Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo
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