.

.
Suelten las amarras! y desplieguen las velas! A navegar el abismo

¿Cómo no?

Mi vieja amiga, ¿Cómo no voy a entenderte?
Pequeña vergüenza que sube por la panza,  choca con un poquito -yo sé, no me expliques, es poquito- de bronca hinchada; enferma de impotencia, que siempre está agarrada en la garganta. Es para que te calles, como yo. La impotencia de mirarme a la cara y entender que todo lo que puedas decir es en vano; una angustia poco amigable, poco entendible de que la suerte ya está echada, y ahora hay que aguantar la sudestada que se acerca.
¿Cómo no voy a saberte, a conocerte? Hermana mía, no estés lejos. Pareciera que caminamos para atrás, mirándonos con despedida, pero es mentira. No le creas a tu garganta, no le creas a tu panza. No. Es que en lo oscuro de la incertidumbre cuesta verlo, pero en realidad nos acercamos.
Ya sé, ¿Cómo no voy a verlo yo tambíén? Los pasos son chiquitos, y cuestan. Los pies tiemblan y trastabillan, al ritmo del miedo de creer que el avance es inapropiado, que la otra se aleja, mirando a ciegas para atrás. Pero no se así, no te dejes llevar por el camino defectuoso. No es un camino sin andar, vos ya lo conocés. Sí, si lo conocés. Es ese que se viene haciendo más ancho, más libre para nosotras, por eso cuesta nada más. Es aquél que construimos desde hace tantos años que ya lo perdimos de vista, confiadas y ciegas de nuestros propios dolorcitos de panza. Pero no pares, yo también me acerco.
¿Cómo no voy a entenderte, hermana mía, si yo vivo lo mismo cada día en mi carne de gallina?
¿Cómo no voy a saberte? Si ya no sos mi vieja amiga, mi hermana. Si estas piedras que te golpean las rodillas también me golpean a mí, si el calor que te quema el cuerpo desde arriba, también me tiene afiebrada? Es que ya no sos alguien ajeno, a quien descubrir. Nunca lo fuiste.
¿Cómo no voy a comprenderte, pedacito de mi alma?

2 comentarios:

  1. Maga le sonríe sin encontrarlo y le agradece por ayudarla a aguantar un poquito el dolor en las tripas que la hace crecer.

    ResponderEliminar